miércoles, 22 de abril de 2009

HADAS


Percibo a las hadas como unos seres juguetones que aparecen en nuestras vidas para ayudarnos a cambiar algún aspecto de nuestro intocable sistema de valores o al menos, a entender otros puntos de vista -desde el punto de ampliar considerablemente nuestra estrecha perspectiva-, independientemente de que los compartamos, pues entender no significa aprobar o dar nuestro consentimiento. Para ello, colocan a un individuo con estrechez de miras en ambos lados de la balanza, eso implica que será capaz de analizar un problema desde bandos opuestos y eso, lógicamente, transforma y convierte al individuo en un ser más justo y equitativo porque aprender a analizar un conflicto desde todas las posiciones implicadas. De este modo, el sujeto se torna empático. Sin embargo, aprobar esta lección implicará una etapa de dolor emocional, como todo cambio trascendental en la vida, que desaperecerá como por arte de magia cuando lo aceptemos, lo superemos y podamos aplicar el nuevo conocimiento adquirido desde una postura mental más aperturista y tolerante. De hecho, la plenitud personal pasa por la adquisición de ciertos conceptos básicos, sin los cuales es imposible llegar a un grado elevado de madurez y bienestar personal o sentirse a gusto cn uno mismo. Es difícil visualizar a las hadas y los ángeles. Las hadas sólo se acercan a personas muy sensibles y especiales, que saben valorarlas para aportar algo de fantasía a su aburrida realidad y ayudarlas a expansionarse. Además, ellas les enseñan que lo mejor no necesariamente está en las cosas estables –tal y como nos han inculcado siempre-, sinó que puede estar perfectamente en las transitorias y que ello se llama “aprovechar la ocasión y sacarle todo el zumo”. De hecho, la inmensa mayoría de los acontecimientos que vivimos en nuestra vida son meramente temporales. Trabajar con el arcángel Uriel abrirá las puertas al Reino de las Hadas. Desde el momento en que se es capaz de percibirlas, el individuo puede ser sensible a la clarividencia y, por tanto, ser capaz de interpretar cartas de adivinación. Sentirlas consigue activar la intuición al máximo. Con ellas se vive el amor como un sentimiento libre e intenso cuya emoción todos tenemos derecho a sentir a flor de piel en sus diversas formas. Sin embargo, a través de ellas se percibe que la vida no tiene ningún sentido sin la autenticidad y el placer por las cosas más simples, aquellas que hacen valorar hasta el más pequeño de los detalles, algo que ellas transmiten constantemente, imagino que por su vínculo con la sabiduría de la naturaleza. Por tanto, lo mejor de la vida no se puede comprar y suele aparecer gracias a nuestra fe y nuestra capacidad de pensamiento positivo, pero para ello es necesario abrir nuestra mente y comprender que las cosas no tienen porqué ser complicadas, por lo que no debemos darle vueltas a las cosas, sino simplemente aceptar y afrontar los hechos. Esto nos ayudará a ver a nuestros semejantes tal y como son realmente y no cómo nosotros quisiéramos que fueran. Una vez integrado este concepto, nos será más sencillo no tratar de cambiar a las personas, sino cambiar nosotros, si la situación lo merece. La autenticidad pasa por aprender a rodearse de personas que nos nutran y nos enriquezcan, sabiendo desechar a las personas falsas y llenas de prejuicios (si está en nuestra mano) y, si es necesario, tener la valentía de saber enfrentarse a una soledad transitoria que nos llevará a conocernos a nosotros mismos, a hacer ejercicios de introspección (meditación, reflexión) y, de este modo, a tener claro qué es lo que realmente queremos y, más adelante, abrir nuevas puertas inesperadas en nuestro paso por la vida, habiendo adquirido un mayor grado de conocimiento interior. Además, si se acepta seguir su reto, en cierta manera, ellas protegen a quien esté preparado para recibirlas… aunque, a veces, hay que pararles los pies. El individuo debe saber discernir la fantasía de la realidad. No obstante, si no podemos apartar a personas que no nos convienen, significará que ellas tienen algo que enseñarnos y hasta que no asimilemos la lección, éstas no desaparecerán o cambiarán de actitud. A diferencia de los ángeles, las hadas más que con la paz del espíritu, tienen que ver con la transformación personal y el hecho de ver que las cosas no son siempre blanco o negro o no son lo que parecen y que de algo no muy bueno, se puede obtener lo mejor. Y, sobre todo, que la existencia está llena de cosas no planeadas, esos regalos que a veces nos envían ellas, esos seres tan transgresores, que cuestionan la realidad de las situaciones y que enseñan que a veces es necesario replantear y modificar viejos conceptos para no anclarnos en posturas radicales. En los diversos aprietos en que ellas nos coloquen, aprenderemos a estar libres de prejuicios y dispondremos de los elementos de juicio necesarios para valorar la justicia y reconocer la hipocresía de la vida.

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