miércoles, 22 de abril de 2009
ESPÍRITUS GUARDIANES..
De la negación de los espíritus guardianes al desprecio de la naturaleza no hay más que un paso, que nuestras sociedades industriales han dado rápidamente Elementales Los espíritus de la naturaleza salen a la luz En verdad, el reino de las hadas no está lejos de nosotros; está incluso al alcance de nuestra mano. Para penetrar en él basta cambiar la propia manera de ver las cosas. El único «Sésamo, ábrete» es la mirada -la mirada maravillosa de la infancia- Espíritus del aire, del viento, de los bosques y de las flores, las hadas y los elfos abren para los hombres el mundo encantado del sueño. Estas criaturas fantásticas están presentes en la imaginación desde la noche de los tiempos. Celtas, griegos y romanos ya les rindieron culto y les consagraron altares. Las hadas son, pues, los devas, los «ángeles custodios» de las plantas, y todo jardinero debe contar más con su colaboración que con su propio saber si desea tener un bello jardín Al principio de los tiempos, los hombres y las hadas compartían un mismo medio. Luego llegaron los avances técnicos, la civilización, el ruido y las carreteras. Poco a poco el hombre se fue alejando de la naturaleza, y también de las hadas, que se vieron obligadas a refugiarse en otros lugares. Así, unas asentaron sus reinos bajo las colinas o dentro de cuevas, otras construyeron palacios de cristal bajo los ríos o en el interior de los océanos, otras se escondieron en las fuentes, otras entre los bosques, separando su mundo del de los hombres y rompiendo paulatinamente toda comunicación. No tuvieron mal gusto las hadas para ir a refugiarse, pues escogieron el norte de Europa, sobre todo las costas y lagos escoceses, las colinas irlandesas, los bosques daneses, incluso zonas del norte de Francia. Con esto no quiero decir que no las podamos encontrar en otros lugares, sólo que la mayoría de los relatos de hadas se sitúan en estas zonas ¿Quién dice que los gnomos o las hadas no existen? Ellos forman parte de los “elementales de la naturaleza”, una corriente de vida de seres diminutos que existen en dimensiones paralelas a la nuestra, y que colaboraron en la creación del planeta. Están acá y ahora, trabajando incansablemente en el fondo del mar, en el aire y bajo la tierra y los troncos de los árboles, para crear y mantener la vida terrenal. Por: Alejandra Bluth Solari ¿Por qué cree Ud. que a las salamandras las asociamos con el fuego? ¿Y por qué los duendes son considerados tan trabajadores que hasta se ha acuñado la frase “trabajar como enano”? ¿Será, quizás, porque en verdad existen las salamandras y los duendes? ¿Tiene Ud. los argumentos definitivos para negarlo? Producto de una actitud mental estrecha, la mayoría de las personas sólo creen en lo que sus ojos pueden ver. Niegan la existencia de cualquier cosa, ser, lugar o realidad que escape al limitado alcance de sus sentidos; se rechaza de plano todo lo que que no sea visible, audible, palpable. ¡Qué flojera mental! ¡Qué comodidad! Nadie con un mínimo de conocimiento —y no estoy hablando necesariamente de un sabio avanzado en metafísica— puede ya sostener que algo no existe porque no lo puede ver. Muchos tampoco han visto al ángel de la guarda y sin embargo creen en él. Lo mismo pasa con otros ángeles y seres espirituales de dimensiones superiores a la vida humana. El mismísimo Dios, sin ir más lejos. Por lo tanto, el “no ver” con los ojos del cuerpo no es ya un argumento válido para negar la existencia de algo. Menos cuando se desarrollan los ojos del alma y se alcanza con ellos la visión real, ilimitada. Así como existen seres superiores a nosotros, otro batallón de seres de corrientes de vida inferiores trabajan en las sombras, invisibles, para sostener la vida en la Tierra. Son los espíritus de la naturaleza, fuerzas cósmicas, energías básicas creadoras muy poderosas e invisibles al ojo humano que constituyen una verdadera fuente de poder, y viven en dimensiones de vida paralelas, no accesibles a los sentidos físicos humanos. Ud. no estaría ahora leyendo este artículo si no fuera por estos seres fantásticos, que muchos relegan a las páginas de los libros infantiles. Su misión es trascendental: ayudaron a crear el planeta y sus cuatro elementos (aire, agua, fuego y tierra) mucho antes que el hombre apareciera sobre él. De allí su nombre: elementales. Se dividen en distintos grupos que manejan cada uno de los 4 elementos, y hoy siguen trabajando para crear y sostener la vida en la tierra. Teofrastus Bombastus Von Hohenheim, también llamado Paracelso, uno de los médicos más famosos en Europa en el siglo XVI, publicó en 1591 una obra inmensa que abarcaba tratados médicos, alquímicos, filosóficos y teológicos, incluyendo “El libro de las Ninfas, los Silfos, los Pigmeos, las Salamandras y demás espíritus”. En este libro se inspiraron Goethe, los hermanos Grimm y Heine para realizar sus obras, protagonizadas por estos seres elementales de la naturaleza, a quienes comúnmente se representa como figuras humanizadas, vestidas de manera extraña y rodeados de mucho misterio. La principal herramienta que poseen los elementales es el poder. De él se alimentan, y lo utilizan para dar vida y dominar a los 4 elementos: hacen crecer las plantas y germinar la tierra, mueven las olas del mar y encauzan las corrientes marinas y de aire, y controlan el fuego, tanto el que viene de los rayos de las tormentas eléctricas como del fondo de la tierra. El poder es su razón de existir, y viven en parejas heterosexuales sólo para intercambiar poder. Uno debe darle al otro el poder que necesita; de lo contrario, se deshace la unión y cada uno busca otra pareja que sí pueda nutrirlo del poder necesario. Los elementales se mueven con un tipo de vibración muy rápida y eléctrica que les permite trasladarse de un lugar a otro a la velocidad de la luz. Sin embargo, y aunque sus cuerpos estén formados por manifestaciones de energía no estrictamente físicas o materiales, los estados vibratorios intermedios entre la energía invisible y la materia visible los hace visibles al ojo humano cuando se rebasan estas fronteras energéticas de “arriba” a “abajo”. Normalmente, los elementales tienen su parte más densa o “cuerpo” en el Plano Energético, pudiendo en condiciones favorables corporizarse en las zonas etéricas donde se mezclan la energía, sin forma perceptible por nuestros sentidos, y la materia, cuyas características son evidentes y fácilmente registrables por los sentidos humanos. Es por ello que los elementales tienen como propiedad una plasticidad mucho más “veloz” que la nuestra, siendo sus formas más inestables y dinámicas. Cuando esas formas se lentifican es cuando se corporizan y es más fácil verlos, bien por factores naturales o por la voluntad de quien quiera verlos, voluntad que ha de ser fuerte pero no agresiva, pues cualquier inestabilidad repercute en los espíritus de la naturaleza y los ahuyenta hacia sus “refugios” energéticos y a los juegos ópticos propios de su extraordinario poder, para disimularse en los mismos elementos naturales en que habitan. Albañiles celestiales Las enseñanzas esotéricas más antiguas ya reconocían a los elementales como espíritus de la naturaleza conectados directamente con los cuatro elementos que rigen al planeta tierra. Cuando la tierra era sólo una masa incandescente y sin vida, los elementales ya estaban presentes planeando la construcción y la vida futura, como albañiles a cargo de los Espíritus Superiores y Arquitectos Cósmicos que diseñaban y ejecutaban la obra del Creador. Sólo hacía falta que se estableciera el orden para que finalmente empezara el proceso de evolución y vida sobre el planeta tierra. Y fueron los elementales los encargados de armonizar las condiciones básicas para la aparición de los distintos reinos de vida en la tierra. Las salamandras —elementales del fuego— cuidaban la masa de gases radioactivos presentes en el planeta y la materia incandescente que debía ir sedimentándose y enfriándose de a poco, para que la tierra en formación pudiera ser habitable. Los silfos —elementales del aire— cuidaban de la evolución de esos gases tóxicos, para lograr el equilibrio químico y encauzar los violentos vientos y tormentas nucleares que azotaban al planeta en formación. Cuando los gases se hicieron líquidos y cayeron sobre el planeta en forma de gotas de agua, lluvias y tormentas violentas inundaron casi toda su superficie y aparecieron las ninfas y nereidas, elementales del agua. Su misión: quitar las materias densas y pesadas que aún había en suspensión, y controlar el curso de las aguas.. Cuando el planeta comenzó a enfriarse y a estabilizarse, ya estaban presentes los gnomos, duendes y hadas —elementales de la tierra— a fin de armar los primeros esbozos de arbustos y piedras. Daban origen a todo lo que germinaría después, con el trabajo de millones de años. Como niños Desde la antigüedad más remota, los elementales fueron representados de manera casi idéntica en dibujos legados por los pueblos más diferentes del mundo, como sumerios, caldeos, egipcios, chinos e indígenas de África, Polinesia y América. Sus figuras aparecen casi idénticas, tanto en la Europa central del siglo XV como en la India milenaria, 2000 a.C. Esto permite pensar que los elementales siempre se comunicaron con los seres humanos, manteniendo un patrón energético que permitiera verlos e identificarlos. Representados como dioses mitológicos, a estas entidades se les solicitaba ayuda en forma permanente, y hasta hoy se dice que conviene entablar amistad con ellas pues son muy sensibles, y sutilmente vengativas con quienes causan daño a la naturaleza. Por eso mismo, en la antigüedad eran objeto de privilegios y veneración por parte de sacerdotes y pueblos, que los integraban a sus ritos sagrados, especialmente a aquellos en que se pedía la protección celestial para las cosechas y las siembras, para que aquietaran las aguas, se apagaran incendios y se contuvieran tempestades. O sea, protección relacionada con los cuatro elementos de la naturaleza que estas entidades manejan. Su protección nunca estaba garantizada; considerados siempre como seres duales, así como hacían el bien también podían hacer el mal, y eran amados y temidos al mismo tiempo. Esto obedece a que los elementales no tienen una conciencia muy desarrollada acerca del bien y del mal, ya que se trata de espíritus juguetones, inocentes, infantiles y traviesos, sin mucha responsabilidad por sus acciones y que pueden ser fácilmente manipulados por espíritus oscuros para realizar el mal o trabajos de magia negra. Su nivel de conciencia y madurez es similar a la de un niño que aún no sabe distinguir entre lo bueno y malo, y no tienen mayor inteligencia. Cuando juegan en las huestes del mal, aunque sea inocentemente, pagan muy caro su error porque retroceden varios peldaños en su camino espiritual de evolución. Los elementales uno por uno La clasificación más corriente de los espíritus de la naturaleza es la siguiente: Los del fuego: Salamandras Los Farisilles son el masculino y las Shallones el femenino. Habitan y dirigen el elemento fuego, y orientan el camino de los rayos durantre las tormentas. Se les atribuye poder para destruir las fuerzas negativas, maleficios y conjuros que existan sobre una persona, y se los relaciona con los conceptos de cambio y libertad. Se los atrae con el fuego y el incienso. Los del aire: Silfos y Sílfides Los Wallotes son el masculino y las Arienes el femenino. Controlan los vientos y corrientes de aire, encauzándolas por canales invisibles. Cuando elementales de baja frecuencia vibratoria los atacan por sorpresa, los vientos se descontrolan y se produce una tempestad. Los Silfos son los elementales más grandes en estatura. A estos espíritus los atraen los inciensos y los aceites. Se relacionan con la comunicación, los viajes y la inspiración. Alegres y gentiles, son amantes de la luz del Sol y de la Luna, y muy convocados por los magos para desarrollar los poderes de videncia. Los del agua: Ondinas, Ninfas y Nereidas En los ríos, los elementales se dividen en Ondinas, que son la versión femenina, y Wallanos, que son la masculina. Aman el agua y se encuentran en sus profundidades, dirigiendo grupos de Minutes (elementales de la tierra) que trabajan continuamente guiando el agua por su cauce natural hasta su salida al mar. En el mar, por otro lado, habitan las Nereidas; los Nerenes son la versión masculina y las Ensines la femenina. Prestan gran ayuda al hombre ya que controlan las aguas, especialmente cuando hay tormentas, impidiendo que el efecto de éstas sea devastador en las costas. Miden alrededor de 5 centímetros, y permanecen sólo un año en plano físico antes de volver al astral. Trabajan en grupos y sub-grupos. A estos espíritus de la naturaleza se los puede atraer con lavados y soluciones, ya que rigen los procesos de curación. De gran belleza y aspecto angelical, desde las profundidades acuáticas se relacionan con el amor, la armonía, los placeres sanos y la salud física y psíquica. Los de la tierra: Rudimes, Unites, Minutes, Gnomos, Elfos, Duendes y Hadas La variedad de los elementales de la tierra es enorme, pero los más conocidos son: Rudimes: Tienen muy poca evolución, y carecen de inteligencia y conciencia. Miden 2,5 centímetros de altura y trabajan en grupos de a miles, moviéndose constantemente para, con su movimiento, aumentar la frecuencia vibratoria de los vegetales. Sienten amor grupal y hacia la vida vegetal. Están en plano físico alrededor de un mes para luego ir al plano astral por diez años. Unites: Miden alrededor de 5 centímetros y permanecen un año en plano físico y 100 años en plano astral. Trabajan en grupos y forman dentro de éstos, sub-grupos. Tienen ya un poco de conciencia y forman parejas para intercambiar poder. Minutes: Miden entre una y dos pulgadas, viven 5 años en plano físico y luego se trasladan al plano astral por 500 años. Trabajan distintos elementos comandados por las hadas, que también son elementales de la naturaleza. Nomenes o Gnomos: La palabra “gnomo” viene del griego “Genomos”, que significa “el que vive dentro de la tierra”. Viven 25 años en el plano físico alejados del hombre ya que no les resulta fácil adaptarse a la frecuencia que nosotros manejamos, y mucho menos soportan los ruidos de las ciudades, y alrededor de mil años en el astral. Trabajan el suelo y las raíces de las plantas, dándoles poder para crecer y multiplicarse. Crean sus moradas en los troncos de los árboles. Poseen mediana inteligencia. Los gnomos atraen riquezas y se los convoca mediante polvos y sales. Sienten afinidad con la sobriedad, la limpieza, la organización y el orden. Prestan su ayuda a las personas ordenadas, laboriosas, amantes de la naturaleza y del saber. Una forma de congratularse con ellos es teniendo una planta en la casa, cuidándola y hablándole. Dicen que se le puede enterrar una moneda en la tierra y pedir que interceda ante los espíritus de la tierra a fines de atraer riqueza y prosperidad. Elfos y Duendes: Trabajan alejados del hombre, generalmente en los claros de los bosques o montañas. Guían en sus tareas a los Minutes y Unites, generando círculos de poder. Modelan sus propios cuerpos de acuerdo al poder adquirido, y es un orgullo para ellos los grados de hermosura que van logrando, ya que esto es producto de su trabajo. Están alrededor de 500 años en plano físico y cerca 5 mil años en el astral. En el tiempo que transcurren en el plano astral se transforman en Fares o Hadas, que ya pertenecen al plano mental, y también trabajan como elementales de la tierra. Los duendes y los gnomos poseen características especiales que vale la pena destacar. De aspecto humanoide, no son más grandes que un pulgar, y como todos los espíritus de la naturaleza, son inocentes, pudiendo ser tanto bondadosos como crueles, ya que carecen de toda conciencia ética. Traviesos por naturaleza, se burlan de quienes los buscan torpemente y son, en cambio, sumisos servidores de los verdaderos Magos. Suelen aparentar una edad madura, aunque viven siglos sin pasar, como los humanos, por los estados de niñez, adultez y vejez. Sus apariencias son siempre las mismas. Salvo la cabeza, grande en relación al cuerpo, son bien proporcionados y van siempre vestidos a la manera campesina, con ropas arrugadas y ajadas como si fuesen muy viejas, pero indestructibles. No emiten ni perciben sonidos, huyen del sol y aman la luz de la luna, de los pequeños candiles y de las luciérnagas. Apacibles, suelen estar mucho tiempo inmóviles aunque pueden trasladarse con enorme velocidad y estar instantáneamente donde quieren estar. Son muy difíciles de percibir, aunque en presencia o cercanía de los humanos se “esconden” tras las cosas, en los rincones menos iluminados. Gustan de la cercanía de los niños y les sugieren juegos, mientras que a los adultos los sorprenden con encantamientos psíquicos ocultándoles pequeñas cosas. Se dice que en la antigüedad los gnomos ayudaban a los artesanos en sus talleres, y en casos excepcionales, algunos ocultistas lograron con su magia hacer trabajar ejércitos de gnomos. También se ha registrado en Oriente una variedad de gnomos con una apariencia humana normal y que ayudan a los viajeros en los caminos. Hablan y dan consejos, aunque no comen ni duermen como los humanos, y tampoco envejecen. Están siempre solos y son confundidos con monjes. Una versión similar se remonta a la antigua Grecia, donde los “monakhós” eran los emisarios de Hermes y, en las encrucijadas de los caminos tenían sus escondrijos y cuidaban las primitivas ermitas. Se decía que no comían ni amaban, y tampoco hablaban, prefiriendo hacerse entender por señales. Las puntas de sus orejas eran puntiagudas, y el típico gorro de Hermes servía para ocultar esta anormalidad. Hadas: Estos elementales de la tierra tienen apariencia similar a la humana, aunque sus tamaños varían entre el diminuto y el de una persona normal. Regidas asimismo por la luna, gustan reunirse en lugares alejados de toda presencia humana y bailar en círculos en los prados circundados de bosques. La especial forma de reproducción de las setas, que se expanden en forma de anillo, ha emparentado a estos vegetales con los círculos de las hadas. Ciertamente, las hadas son muy expertas en las virtudes ocultas de las plantas y de los minerales. Hábiles en encantamientos, magias y hechicerías, inspiran a los curadores naturales sus extrañas y a la vez rudas artes. Cierta variedad de hadas está estrechamente ligada a los humanos, y en las tradiciones de la antigüedad solían dar a los recién nacidos sus regalos en forma de bendiciones o de maldiciones. Gustan de los niños en general, sugiriéndoles juegos y protegiéndolos de los peligros. Son atraídas por las golosinas y dulces, los sonidos armónicos y las figuras geométricas circulares. Aunque son de aspecto femenino en su mayoría, no son las contrapartes femeninas de los gnomos como vulgarmente se cree, pues sus características y naturalezas son distintas, y se ignoran los unos a los otros, como pasa con los animales de diferentes especies. Las hadas se materializan en el mundo físico cada 100 años con el objetivo de trabajar en composoción cromática, o sea, en llenar al mundo de color y pintar todo lo que existe. Es cierto que sus cuerpos físicos son bellísimos, pero esta belleza está de acuerdo con el grado de evolución de cada una. Las mismas hadas elaboran sus cuerpos para descender al plano material, y no pueden ser más hermosas que los que les corresponde según su grado evolutivo. En este plano viven en parejas heterosexuales para intercambiar poder, y luego de vivir por un siglo entre los humanos regresan al plano mental de donde vinieron, y allí se preparan por otro lapso de tiempo para hacerse expertas en el manejo de alguno de los cuatro elementos de la naturaleza. Luego de eso, retornan a la tierra por otro periodo de tiempo para trabajar como elementales de la tierra. Las hadas son como las orugas, que luego se convierten en mariposas. Después de haber cumplido con su período terrestre, se transforman en Farrallis o líderes en su área de trabajo, o bien en Hiarrus, una especie de gobernadores que elaboran los planes a ejecutar para cada elemento. También pueden trabajar como maestros Aspiretes, ejecutando los planes elaborados y controlando varios elementos, o convertirse en Ra-Arus, la máxima categoría dentro de la línea de los elementales, un equivalente a los arcángeles en el mundo angélico. Otra función de las hadas se da en el plano mental, donde trabajan sobre las proyecciones mentales y formas de pensamiento que los seres humanos emiten. Se dice que detrás de cada persona y en cada lugar hay hadas modelando las energías que emite la mente humana. Invocación a los elementales Cada categoría de elementales puede ser invocada por los humanos para pedir gracias y suerte en relación a distintas cosas. A continuación reproducimos las invocaciones para cada uno, recalcando que es muy importante dar las gracias luego de recitarlas. Invocación a los Elementales de la Tierra Invoco a los Espíritus que habitan la madre Tierra. Invoco a las fuerzas telúricas que sostienen nuestra humilde existencia. Invoco a Gob, caudillo de los Gnomos. Invoco a todos los elementales benéficos de la Tierra para que atraigan sobre mi persona bienestar y riquezas, y alejen de mí la maldición de la carencia. Invocación a los Elementales del Aire: Invoco a los Elementales del Aire y del viento. Invoco a Paralda, caudillo de los Silfos. Invoco la suave brisa que trae videncia e inspiración a la mente. Invoco a estas fuerzas dadoras de inspiración, videncia e intuición. Invocación a los Elementales del Agua: Invoco a los Elementales del Agua. Invoco a Neckna, caudilla de las Ninfas. Invoco a las dulces fuerzas pacíficas pero poderosas de la savia vital. Invoco a la belleza oculta pero generosa del fluido viviente. Invoco a todas estas fuerzas para que traigan salud, bienestar y amor a mi vida. Invocación a los Elementales del Fuego: Invoco a los Elementales del Fuego. Invoco a Djin, caudillo de las Salamandras. Invoco a los poderes del cambio y de la luz. Invoco al fuego que consume las mezquindades, vicios y bajas pasiones. Invoco a estas fuerzas para que me concedan fortaleza para cambiar, y me liberen de todos aquellos conjuros, maleficios y negatividades ejercidas sobre mi persona. Invocación para convocar a todos los Espíritus Elementales: Espíritus Elementales, ¡acérquense a mí! Gnomos, compartan su humor conmigo. Ondinas, jueguen en mi presencia. Silfos, que la brisa me acaricie. Salamandras, muévanse en las llamas de las velas.
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