martes, 17 de marzo de 2009

ANGEL MIO DIME


Ángel mío, dime: ¿es que acaso la Verdad no existe? Voy conociendo infinitas verdades acerca de una misma incógnita. Cada vez que alguien se acerca y juntos intentamos hablar de la verdad, saca de adentro de sí mismo una nueva faceta –brillante, impecable—y me la muestra. Esa también es cierta. Como todas las otras, esa también es la Verdad. Su Verdad absoluta y total.

No comprendo cómo puede ser; no tiene sentido: ¿tantas verdades distintas con una misma raíz?
---Sí lo tiene: cada cara que conociste de ella es la que corresponde a quien la expresa; lleva su esencia y su fuerza le da vida.
La Verdad es tan grande, tanto, que adquiere innumerables rostros, acordes con el punto desde el que se captó esta faceta de ella, y, a la vez, toma la esencia de quien captura su destello.

La Verdad es el más fino diamante: sus fúlgidos reflejos son infinitos y cambiantes, pero el diamante es único y eterno, como ella.

Hoy te encontré sin buscarte. Caminaba pensando en todos mis dolores, en esta soledad incurable que me sigue como sombra desde que llegué a este puerto y que va mordisqueándome los talones, obligándome a seguir por donde no me interesa caminar. Y te vi. No sé de dónde saliste ni qué llevabas entre las manos, pero sentí tu presencia como un suave calor brotando dentro mío y creciendo como una flor bajo una suave llovizna de Primavera. Me volví lentamente, casi con miedo ¿qué o quién se atrevía a romper el velo de tristeza que me empeñaba en conservar intacto ciñendo mi corazón, encegueciendo mis ojos? ¿qué o quién me llenaba los oídos de trinos, la boca de miel, me desplegaba el arco iris desde mis pies hasta el infinito y me cubría la piel de pétalos perfumados -- suaves, coloridos – que restañaban una a una mis heridas, dejándome sin trincheras?

No podía soportar tantas cosas juntas apartando brutalmente las angustias que me cubrían totalmente. Como una coraza protectora que me impedía amar, para no sufrir por amor. Que me impedía dar, para no perder nada.

Y te vi. Todo luz, todo luz enceguecedora mirándome desde.

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