lunes, 19 de enero de 2009

LA LEY DE LA COMPASIÓN


EL DESPERTAR DE NUESTRA HUMANIDAD

El Universo no nos juzga; sólo nos provee de consecuencias y de lecciones y de oportunidades para equilibrarnos y aprender a través de la Ley de la causa y el efecto.
La Compasión nace del reconocimiento que cada uno de nosotros lo estamos haciendo tan bien como podemos dentro de los límites de nuestras creencias y capacidades actuales.
Que yo alimente a los hambrientos, perdone un insulto, y ame al enemigo – Estas son grandes virtudes.
Pero si tuviera que descubrir que los más pobres entre los mendigos y el más imprudente entre los ofensores
están todos dentro de mí, y que yo sobrevivo necesitando de las limosnas de mi propia caridad; que yo mismo soy el enemigo que tiene que ser amado – ¿Entonces qué?

Mirando a través del pequeño fuego, podía ver las llamas reflejadas en los ojos de la santa. Su cara, ahora iluminada por la luz del fuego, aparentaba no tener edad, excepto por unas líneas alrededor de los ojos – de reír, supuse. Sonreía con frecuencia, de tal manera que cuando parecía profundamente seria, podía detectar un subrayado sentido del humor y de la perspectiva.
Después de pasar un rato en silencio, mirando hacia los troncos que quemaban, me invitó a ir fuera para aprender la Ley de la Compasión. Nos levantamos juntos y anduvimos a través de la puerta.
Miré alrededor desconcertado. ¿Había cambiado el terreno otra vez, o era un espejismo al reflejo de la luna? Ante nosotros había un terreno nivelado con suficientes árboles para ofrecer refugio de una tormenta, que omitía la polución y traía un agradable olor de tierra y de hojas mezcladas con hierbas.
"Todo se siente tan vivo," remarqué.
"Y lo está," contestó ella, mientras acariciaba el áspero tronco de un árbol cercano. Bajo la luz de la luna creciente, las redondeadas colinas se convertían en curvas del cuerpo de la Tierra. "Extiende tu mente mucho más allá de estas colinas," continuó ella. "Alcanza y atraviesa los océanos, los glaciares, los volcanes, los arrecifes, las grandes montañas por encima y por debajo de los océanos, todo lleno de vida, todo – la carne y los huesos, la sangre y el Espíritu de la Tierra, nuestra madre."
Ella acercó su dedo para mostrarme una pequeña pulga, la cual saltó y desapareció. "Si fueras una pulga," dijo ella, "y estuvieras en la espalda de un elefante, sólo verías un bosque de pelos grises creciendo alrededor de ti, sin ninguna idea de donde estabas. Pero si saltaras muy arriba en el aire y miraras atrás, verías que de hecho vives en la piel de una criatura viviente. Esto es lo que les pasó a los primeros astronautas en el espacio: partieron de la tierra como científicos y pilotos y regresaron como místicos, porque vieron un único, glorioso, sagrado, azul y verde planeta vivo respirando. La visión trae humildad, y con ella, un sentido de extrañeza y compasión que es trasladado a los problemas de la vida ordinaria.
"Así como puedes aprender equilibrio de una cigüeña y presencia de un gato, puedes aprender la Ley de la Compasión de la Tierra, sobre la piel de la cual vivimos, los árboles de la cual talamos y quemamos, la riqueza de la cual explotamos, haciendo nuestros negocios sin pensar o pedir permiso o agradecer."
La santa miró hacia el oscuro cielo. "Durante muchos siglos he hablado con la Tierra. Conozco su corazón, y te digo que ella comprende de una forma tan profunda que te caerían lágrimas de los ojos si pudieras acercarte a lo más superficial de su compasión. La tierra nos perdona porque sabe que somos carne de su carne – somos una parte de ella que todavía está aprendiendo y creciendo.
"Y por tanto yo te pido esto," ella continuó, agachándose, cogiendo un poco de rica tierra en sus manos, y dejándola caer entre sus dedos, "si la Tierra puede perdonar tus errores, ¿no puedes perdonar tú, y ofrecer a los demás compasión?"
Me estiré y miré al cielo estrellado. "No creo que sea tan bueno teniendo compasión."
"¿No te das mucha a ti mismo, verdad?" preguntó ella gentilmente.
"No, supongo que no."
"Entonces este es el lugar para comenzar; cuanto más amor – y gentileza te des a ti mismo, más podrás dar a los demás." Se levantó y volvió a la cabaña. Yo la seguí. Mirándome por encima del fuego, con luz en sus ojos, la santa reveló el corazón de esta Ley. "El tiempo ha llegado, viajero, para que te veas a ti mismo y a los demás de una nueva forma, libre de juicios y expectativas que aparecen entre ti y el mundo. El tiempo ha llegado para entender que todos nosotros – amigos y adversarios – hacemos lo mejor que podemos dentro de nuestras capacidades, límites y creencias.
"Rumi, la poeta, una vez escribió, 'Mucho más allá de las ideas de lo que está mal y de lo que está bien, hay un lugar. Te conoceré allí. Cuando el Alma esté estirada en esa hierba, el mundo estará demasiado lleno para hablar sobre él.' Rumi pudo escribir esas palabras porque entendió que los juicios son una invención humana – que Dios no está aquí para juzgarnos, sino para proporcionarnos los medios para aprender de nuestros errores para crecer y evolucionar." La santa se giró hacia mi y me preguntó, "Si puedes aceptar que Dios no te juzga, ¿porque deberías juzgar tú a los demás?"
"Procuro no juzgar a los demás," dije, "pero, ¿qué hay sobre la gente violenta o cruel?"
"La Ley de la Compasión no es arbitraria o condicional," dijo ella. "Sabemos que gente profundamente problemática y destructiva existe en este mundo, y que las personas molestadas tienden a molestar a otros. La compasión no significa dejar que esa gente te pise o que continúe con ese comportamiento destructivo; algunos individuos necesitan ser separados de la sociedad. Pero uno puede tener compasión a lo diabólico sin sucumbir a ello. En una lucha puedes sentir compasión por tus adversarios, incluso cuando la lucha es a muerte."
"Pero, ¿por qué sentir compasión de la gente cruel o despiadada? ¿Por qué no simplemente odiar lo que es odioso?"
"Esta es una pregunta importante, y se merece una respuesta clara – una respuesta que has de encontrar por ti mismo. Pero considera esto: El odio y la compasión son diferentes tipos de energía; ¿con cuál quieres llenar tu mundo?"
"No puedo discutir tu buena voluntad," respondí, "pero todavía encuentro muy difícil ser amable con los obstinados o aquellos que atacan a los niños."
"¡Nunca dije que la compasión fuera fácil!" dijo ella. "Pero fácil o no, la Ley te dirige a actuar con amor y entendimiento en vez de odio o ignorancia. Para hacerlo se requiere un gran salto de perspectiva – al entendimiento de que vives en un universo tan justo como misterioso. Esta profundidad de entendimiento fluye de la intuición perspicaz a la inteligencia innata del Universo, la Inteligencia Espiritual. Que tú obtengas ese entendimiento a través de la observación, la razón, o creencia religiosa, revela, finalmente, que en el mundo natural no tienes amigos, no tienes enemigos. Sólo tienes profesores."
"Parece que uno tiene que ser un santo para practicar esta Ley."
Sonriendo, ella contestó, "La Ley de la Compasión presenta una demanda de amor que trasciende nuestras limitadas perspectivas. Esto puede parecer demasiado difícil a veces. Por tanto recuerda que la compasión comienza contigo mismo. Sé gentil y ten paciencia. Todos nosotros tenemos muchos pensamientos y sentimientos, positivos y negativos, que salen de la mente y del corazón. No tienes que ser un santo, pero en vez de creer o resistir los pensamientos negativos, deja que la compasión los lave, en una ola de amor y entendimiento."
"Todavía me parece muy santurrón."
La santa se levantó y descansó unos momentos antes de girarse para encararme. "¿Puedes recordar un momento en tu vida donde estabas metido en medio de una discusión calurosa – cuando te sentiste ofendido, envidioso, o engañado?"
"Sí," dije.
"Vuelve a uno de esos momentos," dijo ella, "y siente el dolor y el enfado."
"De acuerdo, los siento."
"Ahora imagina, en medio de esta calurosa discusión, que la persona con la que estás discutiendo de repente se agarra a su corazón, da un grito, y cae muerta en tus pies."
"Dios mío," dije, visualizando lo que me había pedido.
"¿Dónde está tu enfado ahora? ¿Dónde está tu envidia o celos, tu ofensa y tu dolor?"
"Esos sentimientos han desaparecido," contesté. "Pero – pero ¿qué ocurriría si estuviera contento de que hubiera muerto? ¿Si no lo pudiera perdonar?"
"Entonces puedes perdonarte a ti mismo por no perdonarle a él. Y en ese perdón encontrarás la compasión que cura el dolor de ser humano en este mundo. Para pedir ese perdón cuando lo necesitas," añadió, "imagina a tu mejor amigo, amor, o adversario, muerto en tus pies como un día lo estarás tú a los pies del Espíritu Santo. Entonces verás a través de unos ojos diferentes, porque la muerte es el gran igualador. Todos vamos a dejar este mundo y dejar a aquellos que queremos. Todos sentimos esperanza y desesperación; todos compartimos sueños y pérdidas. Todos estamos unidos sin saber porqué, en el misterio de la vida, haciéndolo lo mejor que podemos."
"Quizás esto es a lo que Platón se refería cuando escribió, 'Sé amable, puesto que a todo el que conoces está luchando una dura batalla.'"
"Sí," dijo la santa. "Ahora lo entiendes." Con eso, se dirigió a una cama de hojas y se estiró. La miré durante unos instantes, en la caída llama del fuego, mientras se quemaban los últimos tronquitos y morían.

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